miércoles, 20 de mayo de 2009

Historias de Hoy. Cap 1



Era una de las más gelidas mañanas del invierno, y cuando se levanto de la cama sintió que el frío le calaba hasta los huesos recordándole sensaciones que creía olvidadas hacia tiempo. Su pijama de raso rojo estaba raido por los años de uso, hacia tiempo que no podía permitirse el lujo de comprar un pijama nuevo, "ni siquiera un maldito pijama" pensó para sus adentros.
Se encaminó hacia el cuarto de baño con paso lento, dudando si levantarse o si volver a la cama, de todos modos que mas daba estar despierto o dormitando durante todo el día, apenas si le quedaban unos pocos ahorros, mas bien escasos, lo justo para poder comprar arroz o patatas para una semana, solo para una semana, y eso contando con que el casero no le reclamara el alquiler de ese mes, había acordado con el una prorroga en sus pagos, pero esa prorroga de unos días se había convertido en varios meses, por suerte, el casero era comprensivo, además quien coño iba a querer alquilar ese cuartucho de mierda, perdido en medio de Madrid, en un sucio callejón en el que ni las ratas se atrevían a entrar, probablemente sea ese el motivo por el que no le reclamaba el alquiler, y también por el cual hacia meses que no tenia ningún trabajo, pensó.
Cuando se miró al espejo vio que el reflejo que le devolvía no era el más adecuado para conseguir un empleo. La barba de una semana se arremolinaba desigualmente sobre su cara dándole el aspecto de un vagabundo, quizá eso fuese su verdadero yo, un vagabundo. Tomó una ducha rápida, el agua fría le dejo totalmente despierto, le vino bien, la verdad es que hasta le animó a decidirse, ya bastaba de autocompasión, ya bastaba e quedarse en casa sentado frente a sus viejos libros, ya bastaba de mirar por la ventana espiando y deseando lo que los demás tenían, una vida. Se decidió a afeitarse, cogió una vieja y oxidada cuchilla, y con mucho cuidado comenzó a rebanar los largos cabellos de su barba, intento sin éxito no cortarse, debía de aparentar normalidad, debía parecer un hombre de provecho, un hombre de bien, un trabajador cualificado al cual todo empresario quería tener en su empresa, aun así era difícil no cortarse con aquella vieja cuchilla, no la había cambiado en un mes, que el recordara, quizá más, además a ese dato se le añadía la complicación de afeitarse sin espuma. Cuando consiguió eliminar del todo su barba, volvió sobre sus pasos hacia el oscuro dormitorio, abrió las ventanas para ventilarlo, lo cual descubrió que había sido una mala idea, aun no se había vestido y el aire gélido de la mañana se le clavo en el pecho como si de un millón de afiladas saetas se tratase. Decidió vestirse con la ventana abierta, de ese modo no se entretendría mucho y conseguiría llegar a tiempo a la oficina del INEM, antes de que se llenará de gente que no deseaba trabajar, gente que solo quería una excusa para seguir cobrando el paro y vivir su vida entera sin un puto trabajo que demostrara que era una persona provechosa para la sociedad. Esos pensamientos le venían a menudo, ¿por que a esas personas que no aprovechaban sus oportunidades? les daban un trabajo al mes y el, que buscaba en serio aun no tenia nada?.
El armario estaba prácticamente vació de el solo colgaban tres pares de pantalones viejos, un par de camisas raídas, aunque eso si, muy limpias, y un chaquetón que recordó compró en el corte ingles cuando atravesaba por tiempos mejores, aun así, sacó, de una bolsa negra que colgaba en una percha, un traje negro de raya diplomática, muy elegante, que solo se había puesto en un par de ocasiones, una fue en la boda de su hermano, la otra fue el fatídico día en el que se quedo sin trabajo, tenia una reunión que el consideró importante, se podía hacer con un puesto de importancia en la empresa, por eso se coloco sus mejores galas y salió hacia su puesto de trabajo como hacia todos los días, pero la reunión que el pensaba que le favorecería, lo dejo en la situación en la que actualmente se encontraba, pero eso era otra historia, que no le gustaba recordar. El traje le quedaba ancho, la delgadez extrema de su cuerpo no conseguía llenar un traje que hacia solamente un año que le había sentado como un guante, aun así el cambio era enorme, se había visto varios días seguidos con el viejo pijama de raso y ahora se veía limpio, afeitado y con un traje casi nuevo que le confería un aspecto casi señorial, esto consiguió levantarle la moral.
Pesaba apenas unos cincuenta kilos, eso junto con su metro ochenta de estatura le deban el aspecto de un espagueti estirado, un aspecto casi patético. El cinturón se le ceñía al cuerpo como las guitas se atan a las lechuga, dejando a la vista los pliegues que formaba el pantalón al arrugarse sobre su cintura para poder adaptarse así a ella.
Una vez estuvo vestido y se encontró con fuerzas, cogió las llaves de su apartamento y salió a la calle decidido a encontrar por fin un trabajo, fuese cual fuese, que lo sacase de la extrema pobreza en la que se había sumergido.

1 comentarios:

Mika dijo...

Qué grande eres!